La depresión y la ansiedad, las enfermedades mentales más prevalentes en nuestro medio, suponen actualmente una enorme carga tanto para el sistema asistencial como para la sociedad. Los trastornos depresivos constituyen ya la tercera causa de discapacidad en el mundo y la OMS prevé que en 2030 pasen a ocupar el primer lugar.
Además del sufrimiento individual y familiar, de la sobrecarga del sistema sanitario y del elevado coste económico y social, la depresión lleva asociado un riesgo de muerte de 15 por 1000 en la población general. Se han destinado alrededor de 8.5 trillones de dólares al tratamiento de la enfermedad mental, esperando que se duplique esta cifra para 2030 y el presupuesto anual dedicado al tratamiento de la depresión y la ansiedad es, por ejemplo, en Estados Unidos de 71.100.000.000 y 29.700.000.000 de dólares, respectivamente.
Uno de los principales avances de la psiquiatría ha sido el paso del modelo biomédico -un modelo que se centra en las alteraciones químicas que pueda sufrir el cerebro humano, sin atender a las causas psicosociales de estas- al biopsicosocial, que incorpora dimensiones sociales, culturales, psicológicas o comportamentales en la génesis y mantenimiento de las enfermedades mentales.
Testimonios y ensayos clínicos
Los agonistas serotoninérgicos son una serie de psicofármacos que, como su nombre indica, se unen selectivamente a los receptores de serotonina 5HT, más específicamente al 5HT2A. Entre los testimonios de personas que han participado en alguna experiencia o ensayo clínico con estas sustancias, se relatan alteraciones profundas de la percepción, emoción y cognición, que llevan a reflexionar sobre la propia experiencia vital: cómo uno se percibe a sí mismo (conciencia de uno mismo) y el mundo que le rodea; llegando a conclusiones nuevas sobre el sentido que le da a la vida. Los participantes llegan a afirmar que es una de las vivencias más significativas y poderosas experimentadas, llegando a ser comparadas con el nacimiento de un hijo, experiencias cercanas a la muerte o enamorarse.
Sin embargo, la investigación con estos fármacos se detuvo en Estados Unidos al ser asociados a la contracultura, opuesta a los intereses nacionales para con la guerra en Vietnam. Intereses políticos y culturales fueron los que determinaron la inclusión de estas sustancias en el apéndice 1 (drogas) de la FDA, prohibiendo así la investigación de potenciales usos terapéuticos en 1970 en Estados Unidos e, internacionalmente, en las Naciones Unidas en 1971.
Resultados y beneficios
A nivel neurohormonal, la estimulación del receptor de la serotonina produce una serie de procesos en cascada con un aumento de la transmisión glutamatérgica y estimulación de la vía de la rapamicina (mTOR), lo que se relaciona con un aumento de la neuroplasticidad cerebral, a través del crecimiento dendrítico, axonal, y del número de sinapsis en la corteza prefrontal (PFC).
A nivel funcional, mediante estudios neurofisiológicos, se ha observado una disminución de la activación de la corteza cingulada posterior (PCC), relacionada con la dispersión mental, la cognición social (lo que piensen de nosotros) y el abuso de sustancias. También se objetiva una menor actividad del modo neuronal por defecto (DMN), relacionado con los pensamientos sobre uno mismo y la percepción sobre uno mismo.
Por otro lado, el flujo sanguíneo se incrementa en áreas como la corteza cingulada anterior (ACC), la ínsula, amígdala e hipocampo; áreas relacionadas con la conexión entre la mente y las emociones, la gestión de las emociones desagradables y la memoria. Estos cambios mejoran la capacidad de observar los propios pensamientos y emociones, características cultivadas en diferentes escuelas de meditación y que suelen estar descalibradas en los diferentes trastornos mentales.
En la imagen podemos observar los cambios a nivel conectivo, en la actividad cerebral, tras la administración de una dosis de estos agonistas, en este caso psilocibina. Podemos observar cómo aumentan las conexiones entre grupos neuronales más distantes y que estas a su vez son más robustas, lo que evidencia una mayor integración entre las diferentes partes del cerebro.
En diversos estudios también se han comprobado las diferentes propiedades antiinflamatorias que poseen estos compuestos, estando relacionada la neuroinflamación con diferentes enfermedades psiquiátricas y neurológicas.
Observamos una clara diferencia temporal entre los efectos agudos (la “embriaguez”), cuya duración se extiende a unas horas, y los efectos terapéuticos a largo plazo (la fase post-aguda, que fue bautizada recientemente por un grupo de investigadores como “after-glow” (resplandor)). Esta fase, caracterizada por una remisión de los efectos psicodélicos y por el mantenimiento de los terapéuticos, mejoría del estado de ánimo y mayor motivación y apertura, tanto mental como emocional, es la fase idónea para la intervención terapéutica; y se ha observado que se puede extender entre 6 y 8 semanas, siendo la intensidad de la experiencia psicodélica el mejor predictor para la posterior respuesta al tratamiento.
Los datos preliminares sobre los agonistas serotoninérgicos arrojan resultados muy prometedores sobre los beneficios que estas sustancias poseen sobre el sistema neurológico, tanto a nivel orgánico como funcional, favoreciendo la neurogénesis en zonas clave de nuestro cerebro y la comunicación entre estas.
Estos beneficios se extienden también a la inmunidad y a la respuesta inflamatoria, limitándola y favoreciendo la producción de citoquinas antiinflamatorias. La aplicación de sustancias con estos efectos podría tener repercusiones en diferentes enfermedades neurológicas y psiquiátricas, ya que son fármacos con poca toxicidad (en las dosis adecuadas) y porque favorecen el buen funcionamiento y desarrollo del sistema nervioso.